terça-feira, 28 de abril de 2009

¿Hermanos o exterminadores?


Vinicius Lousada- traducido por Jose Luís

No hace mucho tiempo fuimos testigos a través de las noticias de la televisión, de cómo una estrella del cine norteamericano, incentivaba a los jóvenes soldados de su patria – algunos recién salidos de la adolescencia – e instalados temporalmente en Irak, afirmando que ellos eran los verdaderos “ Exterminadores del futuro”, en alusión a un film interpretado por aquel actor.

Sucede- bajo nuestro entender espirita- que la afirmación del astro del cine, denuncia sin querer el resultado que ha tenido la acción belicosa en todos los tiempos: La muerte, la destrucción del futuro; comprendiendo aquí, asesinato de vidas humanas, sueños, proyectos alentados por esas mismas vidas que pasarían a ser sembradores en el campo de la acción humana, a partir de conquistas intelectuales y emocionales, que podrían generar un mañana más feliz para todos nosotros, sin tanto dolor.

El cuadro de violencia de la sociedad moderna resulta alarmante. La vemos a diario en las más variadas formas de maldad, y a cada instante, siendo importantes los números de muertes trágicas, desastres ocasionados por nuestro descuido, que vienen pintando un panorama horrible, resultado de las actitudes del homo sapiens.

Donde campea la guerra se notan sus marcas, que señalan a la criatura humana, dispersando familias, quemando valores y pasando por encima de los tratados humanistas, que deberían proteger el derecho de vivir dignamente, y generando terror por la notoria fragilidad del ser humano ante las bombas y los atentados.

Esas formas atroces de violencia, vienen históricamente alejando a las naciones con menor poderío bélico, de los medios que consiguieron para su autonomía en su espacio geográfico, alienando multitudes bajo un mismo perfil de identidad, a través de la invasión cultural que promueven las naciones más ricas y guerreras, para con las sumisas, imponiéndoles bajo pretextos falsos, una deshumana mendicidad material e intelectual, a fin de torcer, a través de la fuerza, la cerviz del oponente.

Al otro lado de los pugilatos entre pueblos, otros grupos con atrasos medievales nos hacen asistir estupefactos a las acciones terroristas de individuos dominados por conciencias fanáticas- de los dos planos de la vida- que juran poder honrar a su dios y a sus intereses inconfesables, mediante atentados catastróficos ( bajo un punto de vista material y psicológico), emulando una ola de desesperanza, no solamente entre aquellos que tienen sus seres queridos arrebatados por la muerte inesperada, sino también los que se ven afectados emocionalmente por la inseguridad a que están expuestos.

Este mosaico de violencia ocasionado por las guerras, nos llama a una reflexión inspirada en la lógica del Espiritismo, por su lúcida orientación sobre los problemas de esta índole.

Allan Kardec, cuestionó oportunamente a los Espíritus Superiores , respecto de los motivos y las causas que llevan al hombre a la guerra, y ellos se expresaron apuntando la fuente de origen de tanta violencia, como lo es la predominancia de la naturaleza animal sobre la naturaleza espiritual y el desbordamiento de las pasiones.

Así, la Doctrina Espírita nos trae la aclaración de nuestras conjeturas, porque nos da la llave para la comprensión de las actitudes guerreras que tiene emprendidas la humanidad. La guerra tiene su raíz en el estado evolutivo de los hombres de nuestra Casa Planetaria, en donde nos permitimos la predominancia de tal animalidad ancestral, desenvuelta en experiencias evolutivas diversas, pero de la misma forma, posible de ser transformada en la medida en que , en el reino hominal, el espíritu deje paso al despertar de los divinos valores esculpidos en su conciencia, y comience su conquista mediante su libre arbitrio.

Nos cabe, entonces, la siguiente comprensión: Cuanta mayor baza demos a la animalidad que todavía habita en nosotros y que precisa de ser moldeada o transformada, más manifestaremos comportamientos violentos en el aspecto individual, que se configuran en una dimensión más amplia, en el campo social, con los conflictos entre los pueblos, en donde a fuerza de imponer con el poder a quien se quiera dominar. A través de la violencia, negamos cualquier apertura al diálogo democrático, a la relación humanizada de la comprensión mutua que, un día, invariablemente, culminará con la fraternidad y con el amor recíproco entre los individuos.

Siguiendo en esta línea de raciocinio, comprendemos que sin la renovación interior, experimentada en un cambio, en una acción reflexiva verdaderamente transformadora,
generadora de otra u otras acciones en el mismo sentido del cambio, no adelantaremos, hasta que el hermano dolor, nos apunte otros rumbos en el círculo sucesivo de desengaños y complicaciones junto a la Ley de Causa y Efecto.

Por este motivo, se hace urgente en la actualidad, ante tantos conflictos bélicos, que cooperemos con la paz a través de los medios que estén a nuestro alcance. Es preciso que hagamos algo ahora y en las circunstancias en que vivimos, porque la paz “ no cae del cielo” , no nos la van a regalar los ángeles, porque es el resultado de nuestras propias acciones en el mundo.

Podemos comenzar a hacer algo por la paz, no oyendo la lengua felina agredir nuestros oídos, continuando con nuestros quehaceres sin contestar a la provocación. Al presentársenos la posibilidad de silenciar cuando alguien se quiere valer de nuestra sensibilidad para hacer comentarios inadecuados de los demás, actuemos, ayudando a cultivar la paz mediante la oración interna que altera el ambiente íntimo de todos nosotros, para a continuación cambiar el tema de conversación.

En el caso de que alguna vez, alguien próximo a nosotros viniese a alterar nuestro ánimo, vociferando, pidamos auxilio a lo Alto para no corresponder, y sigamos serenos, teniendo el cuidado de quien quiere apagar un incendio sin herirse.

En nuestras luchas terrenas, cuando la vida nos exige cautela, recordemos esto y hagamos un momento de reflexión por la paz, antes de reaccionar, poniendo nuestra parte como cristianos equilibrados y pacificadores, porque cuando cada uno de nosotros sabe hacer buen uso de la palabra, de las actitudes y de la energía mental, es entonces cuando estamos auxiliando a Jesús en la bienaventurada tarea de hacer reinar la paz entre los hombres.

En el día en que la Paz sea reflejo de nuestra acción, la guerra se retirará de la Tierra, porque no encontrará ya más sitio en el corazón humano, y entonces será el momento en que los hombres comprenderán la justicia y practicarán la ley de Dios. En esa época de la nueva era, ya no seremos exterminadores, sino hermanos unos de otros.


sábado, 25 de abril de 2009

Hernani Guimarães Andrade, um pesquisador de renome internacional

Desencarnou no dia 25 de abril último (2003), em Bauru – SP, pouco mais de um mês antes do seu nonagésimo aniversário, Hernani Guimarães Andrade, um dos mais conceituados pesquisadores brasileiros do fenômeno paranormal, de renome internacional.
Embora nascido em Araguari – MG, em 1913, cedo se radicou na capital paulista, onde se graduou em Engenharia na Universidade de São Paulo. Pouco depois de formado, tornou-se engenheiro da Usina Siderúrgica de Volta Redonda. Retornando à metrópole paulistana, ingressou no Departamento de Águas e Energia Elétrica do Estado de São Paulo, no qual fez sua carreira profissional até se aposentar compulsoriamente aos 70 anos de idade como diretor setorial desse organismo.
Pai de quatro filhos, três engenheiros e uma psicóloga, foi um pai prestimoso e esposo exemplar, e quem freqüentou o seu domicílio sempre testemunhou aquela imensa capacidade de compreensão e de diálogo, não apenas com os familiares, mas também com os amigos e companheiros de Doutrina.
Tornou-se espírita aos 16 anos de idade, atraído pela racionalidade e pela coerência dos postulados kardecistas. Após estudar exaustivamente as obras clássicas da Doutrina (Delanne, Denis, Bozzano, Flammarion, Crookes, Aksakoff, Richet, Crawford, Lombroso, de Rochas e tantos outros), examinou os experimentos e as teorias dos metapsiquistas e dos parapsicólogos, na busca da realidade e da essencialidade do espírito.
Possuía conhecimentos aprofundados de Física e de diversos aspectos das Ciências Biológicas, da Cosmologia, da Estatística e da Psicologia. Tinha apreciável domínio de várias disciplinas filosóficas, principalmente aquelas mais relacionadas com a Ciência (Lógica, Epistemologia, Metodologia de Pesquisa, Gnosiologia).
Era um motivador e emulador de jovens que se iniciavam no estudo do aspecto científico do Espiritismo. O signatário conheceu-o em 1956 e, desde então, cultivou sua amizade, carinho e orientação até os derradeiros dias de sua existência terrena. Foi, para muitos, um autêntico mentor encarnado. Nessa tarefa ministrou cursos, seminários, e palestras, orientou leituras, montagem de laboratórios e roteiros de experiências, incentivou a feitura de artigos em periódicos e livros.
Sua modéstia, integridade moral, austeridade intelectual, prudência e sabedoria, e, principalmente, sua generosidade era incomparável. Cada visita em sua residência ou em sua instituição era um momento de intensa aprendizagem e de atualização no que tange às investigações dos fatos paranormais levados a efeito no País e no mundo, porquanto mantinha correspondência assídua com dezenas de instituições e cientistas.
Quantos autores de ensaios e livros se beneficiaram dos textos de sua autoria ou de traduções de pesquisadores estrangeiros, inclusive o signatário, para redigir seus artigos e até capítulos inteiros de livros.
Com o objetivo de evitar o preconceito existente nos meios da ciência acadêmica em relação ao Espiritismo, “deu o nome de Psicobiofísica à disciplina científica cujo objeto é o estudo dos fenômenos psíquicos, biológicos e físicos em todas as suas manifestações. Com ênfase nas de caráter paranormal”.
Segundo Hernani, “a Psicobiofísica parte dos seguintes princípios, cuja realidade é sobejamente apoiada pelas evidências observacionais e experimentais: 1. a existência do Espírito como realidade positiva e demonstrável... ainda que não aceita pelo establishment científico oficial; 2. a existência dos fenômenos paranormais... 3. a classificação desses fenômenos segundo as categorias psíquica, biológica e física e a tentativa de explicá-los e a descoberta de suas leis; 4. ao contrário da moderna Parapsicologia, aceita, a priori, a existência, a sobrevivência do Espírito e a reencarnação, ... e admite a interação entre as matérias física e a espiritual”.
Fundou, em 1963, juntamente com outros estudiosos do aspecto científico da Doutrina, o IBPP - Instituto Brasileiro de Pesquisas Psicobiofísicas, com sede em São Paulo, do qual o signatário integrou o Conselho Superior em sua primeira gestão.
Durante 27 anos, efetuou investigações sobre o fenômeno “psi”, segundo os cânones adotados pelo norte-americano J. B. Rhine, sobre Reencarnação pelo método criado por Ian Stevenson, sobre Poltergeist pelo processo por ele criado, sobre Transcomunicação Instrumental segundo os paradigmas adotados pelos estudiosos europeus. Foi o primeiro brasileiro a projetar e construir uma câmara Kirlian para estudos da aura humana. Construiu o Tensionador Espacial Eletromagnético e, depois, o Tensionador Espacial Magnético, com câmara de campos compensados para evidenciar a existência de um campo morfogenético e, por conseguinte um modelo biológico organizador no ser humano (hipótese de sua autoria).
Foi um incansável divulgador dos estudos, teorias e pesquisas levadas a feito no País e no exterior em livros e em periódicos. Manteve durante 27 anos a página “Espiritismo-Ciência”, no jornal “Folha Espírita”. Colaborou com numerosos artigos para outros periódicos como: “No Mundo Maior”, “Obreiros do Bem”, “Revista Internacional de Espiritismo”, “Revista de Espiritismo”, “Planeta” e “Visão Espírita”. Apresentou comunicações em Congressos de âmbito nacional e internacional, com textos inseridos em anais e “proceedings”. Participou de diversas antologias e coletâneas de ensaios. Contou em todo esse labor com a inestimável colaboração da professora Suzuko Haschizumi.
Coordenou e supervisionou a tradução da obra “Vinte Casos Sugestivos de Reencarnação”, de Ian Stevenson, dos fascículos sobre “Parapsicologia”, elaborados por Elsie Dubugras, e do fascículo sobre “Efeito Kirlian” publicado pela Editora Três e prestou assessoria científica na elaboração do “Dicionário de Parapsicologia, Metapsíquica e Espiritismo”, de autoria de João Teixeira de Paula.
Seu nome aparece como verbete na “Enciclopédia da Vida Após a Morte”, de autoria de James Lewis, e seus trabalhos constituem a terceira parte (mais de cem páginas) do livro “Flying Cow” do pesquisador inglês Guy Lyon Playfair (traduzido para o vernáculo e publicado pela Editora Record sob o título “A Força Desconhecida”).
Deixou as seguintes obras: “A Teoria Corpuscular do Espírito” (1958), ed. Autor; “Novos Rumos à Experimentação Espirítica” (1960), ed. Autor; “Parapsicologia Experimental” (1967), ed. Pensamento; “Caso Ruytemberg Rocha” (1971), ed. Autor; “A Matéria Psi” (1972), ed. O Clarim; “Morte, Renascimento e Evolução” (1983), ed. Pensamento; “Espírito, Perispírito e Alma”(1984), ed. Pensamento; “Psi Quântico” (1986), ed. Pensamento; “Reencarnação no Brasil” (1988), ed. O Clarim; “Poltergeist” (1989), ed. Pensamento; “Transcomunicação Instrumental” (1992), ed. FE; Renasceu por Amor (um caso que sugere reencarnação)” (1995), ed. FE; “Transcomunicação Através dos Tempos” (1997), ed. FE; “Morte, uma Luz no Fim do Túnel” (1999) ed. FE; “Parapsicologia – Uma Visão Panorâmica” (2002), ed. FE; “Você e a Reencarnação” (2003), ed. CEAC, muitas delas resenhadas pelo signatário para este jornal, encontrando-se no prelo ainda dois livros.
Y. Shimizu
(01/06/2003)

Fonte: http://www.mundoespirita.com.br/index.php?act=conteudo&conteudo=821

quarta-feira, 15 de abril de 2009

Você pode fazer a diferença

Carina Streda - carinastreda@terra.com.br

Santo Ângelo/RS

É possível observar a existência de pessoas que vivem na ociosidade, não se ocupam de nada útil, senão consigo mesmas. “São pobres seres dignos de compaixão, porquanto expiarão duramente sua voluntária inutilidade, começando-lhes, muitas vezes, já neste mundo, o castigo, pelo aborrecimento e pelo desgosto que a vida lhes causa.”
[1] Mas essa ociosidade pesa-lhes e cedo ou tarde sentirão necessidade de se tornarem úteis, pelo desejo de progredir. Por mais que seja muito mais fácil entregar-se ao comodismo, a ociosidade e a improdutividade geram um desconforto íntimo, porque alertam a consciência para a necessidade de produzir.


Como vivemos em sociedade, relacionando-nos com outras pessoas, somos partes integrantes de um todo que só pode evoluir se cada um fizer a sua parte. Para isso, é imprescindível observarmos nossos deveres. “O dever é a obrigação moral da criatura para consigo mesma, primeiro, e, em seguida, para com os outros.”[2] Seres sociais que somos temos inúmeros deveres perante os outros, a natureza e a nós mesmos, porém, em nosso mundo ainda em escala evolutiva inferior, aqueles que conseguem cumprir seus deveres já diferem-se da maioria. Podemos escolher: ou ficamos no simples cumprimento dos nossos deveres, ou nos esforçamos por fazer mais.


Passamos a fazer a diferença quando assumimos posturas coerentes com nossa forma de pensar. No momento de transição entre a infância a vida adulta, temos a necessidade de sermos aceitos em um determinado grupo e para isso acabamos agindo de forma que não nos é peculiar. Essas experiências são necessárias para que possamos nos conhecer e moldar a nossa personalidade. Quando adultos já deveríamos estar com essa posição formada, porém o que se observa é que existem adultos inseguros como o adolescente que necessita da aprovação alheia. Que bebem porque todos bebem, que se drogam porque seus amigos se drogam, que necessitam ter o carro do ano, a casa mais bela, para serem vistos como bem sucedidos e, assim, vivem a vida encontrando nas falhas alheias desculpa para suas próprias falhas.


Jesus nos ensinou a amar o próximo como a nós mesmos, a fazer aos outros o que gostaríamos que os outros nos fizessem. Se nós aprendermos a nos amar, começaremos a refletir melhor sobre nossas ações, o que nos dará mais segurança de assumirmos aquilo que realmente somos e condições de amar o nosso próximo como ele é. Acabamos, por conseqüência, cumprindo esses pequenos deveres e fazendo ainda mais do que isso, porque nos colocamos no lugar do outro não provocando ao outro o que não gostaríamos que fizesse para nós.


Como todas as nossas atitudes e pensamentos influenciam os outros de alguma forma, a mudança para melhor deve começar em nós mesmos. Não podemos, por exemplo, encaminhar nossos filhos para uma orientação religiosa, se não trazemos a fé dentro de nós. Não podemos ensinar-lhes expressões de cortesia e bons modos se nós não temos o hábito de utilizar-las no nosso dia-a-dia.

Não basta que tenhamos o conhecimento das leis que regem a nossa vida se não houver a parte mais importante que é a nossa transformação para melhor. O conhecimento só é válido quando, como na parábola do semeador[3], for como as sementes que caíram em terra fértil e assim produziram bons frutos. Só assim teremos condições de auxiliar também as outras sementes a ter oportunidade de crescer e frutificar.


[1] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos. Questão 574.
[2] KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Cap. XVII, item 7.
[3] KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o Espiritismo. Cap. XVII, item 5.

quarta-feira, 8 de abril de 2009

Sobre a idéia que fazemos de Deus...



"Imanente e transcendente,
Deus em tudo se revela:
É o amor onipresente
Na natura e fora dela" (Aureci)

Tomemos consciência de que, embora nosso atual estágio evolutivo não nos permita entender com clareza o que Deus é, nós já podemos imaginar algo do que Ele não pode deixar de ser.

Pessoalmente, penso que Deus é o moto-perpétuo do Universo, o autor da vida, o criador incriado. Creio que, em seu amor sem limites, Deus se faz imanente em todos os seres da Criação, “desde o átomo até o arcanjo”, manifestando-se na voz silenciosa da consciência humana, voz que se intensifica à medida que nossos níveis conscienciais se expandem ao influxo da lei da evolução por Ele estatuída.

Todavia a idéia que fazemos da Divindade não passa de uma criação subjetiva nossa. E isto independe da nossa vontade, porquanto ao analisarmos, na intimidade da nossa câmara mental, qualquer idéia ou sentimento, estaremos, inevitavelmente, “pintando” uma tela com as “cores” disponíveis nos escaninhos da nossa estrutura psíquica construída ao longo das múltiplas e sucessivas experiências vividas em nosso já extenso passado espiritual.

Informa a doutrina espírita que "Deus é a inteligência suprema, a causa primária de todas as coisas". Tal "definição" do indefinível é uma clara tentativa de desantropomorfizar a idéia que fazemos da Divindade, de levar-nos a entender que o Criador não é aquele super-homem criado por nós à nossa imagem e semelhança.

Quanto à existência de Deus, entendemos que pode ser deduzida ao buscarmos o elemento causal da incomensurabilidade cósmica, ou quando nos perguntamos sobre a origem da Vida. Como disse Einstein, "Deus é a lei e o legislador do Universo."

Muita descrença advém do acanhamento das idéias que apresentam um deus temível, faccioso, injusto, que quer ser bajulado como se fosse um tirano vaidoso e cruel. Este deus impiedoso, que pode condenar suas criaturas a penas infernais e eternas, é fruto da imaginação de mentes dogmáticas, sectárias ou mal-intencionadas, que se projetam numa imagem distorcida e caricatural do Criador.

Por ora, fiquemos com o Deus misericordioso e bom de que nos fala Jesus, segurando-nos “nas mãos carinhosas do Pai nosso que está nos Céus”, tal como recomendado na sábia metáfora do nosso referido irmão maior.

Todavia, mais de dois milênios após termos sido visitados pelo Excelso Mestre, podemos hoje guardar conosco a certeza de que Deus, em sua perfeição absoluta, transcende a toda e qualquer concepção humana e é muito mais e melhor do que podemos conceber ou imaginar.


Aureci Figueiredo Martins –
aureci@globo.com

quinta-feira, 2 de abril de 2009

Carta do Sr. Alexandre Delanne


Rouvray, 30 de março de 1870.

Senhores e amigos,

Encontro-me no campo há um mês, em busca do restabelecimento de minha saúde, fortemente abalada por seis meses de doença.



Por uma carta da Sra. Delanne, tomei conhecimento de que ireis inaugurar, amanhã, o monumento de nosso venerado mestre Allan Kardec. Eu me sentiria muito feliz se pudesse estar convosco para assistir a essa tocante cerimônia e prestar homenagem, de viva voz, uma vez mais, a esse Espírito de escol que, em me dando a fé esclarecida, deu-me, ao mesmo tempo, a calma e a resignação tão necessárias nesta Terra de provações.



Mas, se a distância e o esgotamento de minhas forças não me permitem acompanhar-vos pessoalmente, crede que meu coração, malgrado a impotência do meu corpo, permanece livre e se unirá aos vossos.



Ninguém saberia, melhor do que eu, reconhecer as raras qualidades de Allan Kardec e render-lhe justiça.



Muitas vezes, em minhas longas viagens, vi o quanto era ele amado, estimado e compreendido por todos os adeptos. Todos desejavam conhecê-Io pessoalmente a fim de lhe agradecerem por ele lhes ter dado a luz através de suas obras e lhe testemunharem sua gratidão e seu inteiro devotamento. Eles ainda o amam, até hoje, como a um verdadeiro pai. Todos lhe proclamam o gênio e o reconhecem como o mais profundo dos filósofos modernos. Contudo, estarão em condições de o apreciar em sua vida privada, isto é, em suas ações?



Puderam avaliar a bondade de seu coração, seu caráter tão firme quanto justo, a benevolência de que usava em suas relações, a caridade efetiva que inundava sua alma, sua prudência e sua extrema delicadeza? - Não!



Muito bem! É deste ponto de vista, senhores, que hoje vos quero falar do autor de O Livro dos Espíritos, já que por muitas vezes tive a honra de ser recebido em sua intimidade. Como testemunhei algumas de suas boas ações, creio não ser descabido fazer algumas citações aqui.
Um amigo meu de Joinville, o Sr. P..., veio ver-me certo dia. Fomos juntos à vila Ségur, a fim de visitar o mestre. No decorrer da conversa, o Sr. P... narrou a vida de privações por que passava um compatriota seu, já avançado em idade e a quem tudo faltava, inclusive agasalhos para se cobrir no inverno, e obrigado a proteger os pés desnudos em toscos tamancos. Esse homem de bem, entretanto, longe estava de se lastimar e, sobretudo, de pedir auxílio: era um pobre envergonhado.



É que uma brochura espírita lhe caíra sob os olhos, permitindo-lhe haurir na Doutrina a resignação para as suas provas e a esperança de um futuro melhor.



Vi, então, rolar uma lágrima compassiva dos olhos de Allan Kardec e, confiando ao meu amigo algumas moedas de ouro, disse-lhe: "Tomai-as para que possais prover às necessidades materiais mais prementes do vosso protegido. E, já que ele é espírita e suas condições não lhe permitem instruir-se tanto quanto ele desejaria, voltai amanhã. Sereis portador de todas as obras de que eu puder dispor, a fim de as entregar a ele". Allan Kardec cumpriu a promessa e hoje o velhinho bendiz o nome do benfeitor que, não satisfeito em socorrer sua miséria, ainda lhe dava o pão da vida, a riqueza da inteligência e da moral. Alguns anos atrás, recomendaram-me uma pessoa reduzida à extrema miséria, expropriada violentamente de sua casa e jogada sem recursos no olho da rua, com a mulher e os filhos. Fiz-me intérprete desses infortunados junto ao mestre. No mesmo instante, sem querer conhecê-Ios, sem mesmo inquirir de suas crenças (eles não eram espíritas), Allan Kardec forneceu-me os meios de os tirar da miséria, o que lhes evitou o suicídio, pois já haviam decidido libertar-se do fardo da vida, tornado pesado demais às suas almas desalentadas, caso tivessem que renunciar à assistência dos homens.



Enfim, permiti que eu narre ainda o seguinte fato, em que a generosidade de Kardec rivaliza com sua delicadeza.



Um espírita, residente num lugarejo situado a vinte léguas de Paris, havia pedido a Allan Kardec que lhe concedesse a honra de uma visita, a fim de que este assistisse às manifestações espíritas que com ele se produziam. Sempre solícito quando se tratava de prestar um obséquio, e atento ao princípio de que o Espiritismo e os espíritas devem assistir os humildes e os pequenos, logo partiu, acompanhado de alguns amigos e da Sra. Allan Kardec, sua estimada companheira.



Não teve por que se arrepender de sua resolução, porquanto as manifestações que testemunhou foram verdadeiramente notáveis. Mas, durante sua curta permanência ali, seu anfitrião foi cruelmente afligido pela perda súbita de uma parte de seus recursos. Consternados, os pobres dissimulavam o seu pesar tanto quanto lhes era possível. Todavia, a notícia do desastre chegou a Allan Kardec e, no momento de partir, tendo-se informado da cifra aproximada do prejuízo, remeteu ao administrador da cidade uma soma mais que suficiente para restabelecer o equilíbrio financeiro da situação do seu hospedeiro. O lavrador só tomou conhecimento da intervenção de seu benfeitor após a partida deste.



Eu não pararia de falar, senhores, se me fosse dado lembrar os milhares de fatos deste gênero, conhecidos tão-somente por aqueles que ele socorreu; porque ele não aliviava apenas a miséria material, mas também levantava, com palavras confortadoras, o moral abatido, e isto sem que sua mão esquerda jamais soubesse o que dava a direita.



Antes de terminar, impossível resistir ao desejo de vos revelar este último fato. Uma tarde, certa pessoa de minhas relações, que passava por cruéis provações, mas que a todos ocultava sua miséria, encontrou na portaria uma carta lacrada, restrita a estas simples palavras: "Da parte dos bons Espíritos", contendo recursos suficientes para ajudá-Ia a sair da crítica situação em que se achava. Do mesmo modo que a bondade do mestre lhe descobrira o infortúnio, meu amigo, guiado por alguns indícios e pela voz do coração, logo reconheceu o seu anônimo benfeitor.



Eis o coração desse filósofo, tão desconhecido durante sua vida! A despeito de tudo, quem mais do que ele, tão bom, tão nobre, tão grande em suas palavras quanto em suas ações, foi mais alvo da injúria e da calúnia? E, contudo, não tinha como inimigos senão os que não o conheciam; porque, quando o apreciavam melhor, mesmo sem partilhar suas opiniões filosóficas, eram forçados a render homenagem à sua boa-fé.



Seus críticos, que dele não conheciam senão a bandeira, tentaram indispô-Io contra a opinião pública, sem averiguar se os boatos que produziam continham o menor fundamento. Mas ele empunhou essa bandeira tão altiva e firmemente que nenhuma mancha foi capaz de atingi-Ia, e a lama com que a queriam encobrir apenas sujou a mão dos panfletários.



Caro mestre, nobre e grande Espírito, paira em tua majestade sobre os que te amam e respeitam! Observa os que te são inteiramente devotados! Continua sobre eles a tua intervenção caridosa e protetora! Transmite às suas almas o fogo sagrado que te anima, a fim de que, profundamente convencidos dos imortais princípios que professaste, possam eles marchar sobre tuas pegadas, imitando tuas virtudes! Faze que reinem entre nós a concórdia, o amor e a paz, a fim de que possamos reunir-nos a ti, quando houver soado para nós a hora da libertação!...

ALEXANDRE DELANNE
Extraído do livro O Espiritismo na sua expressão mais simples e outros opúsculos de Kardec, Ed. FEB.